6-2. Amar a Jesús. Ansias de santidad

 

AMAR A JESÚS

Jesús, yo quisiera amarte tanto como las rosas, que dejan media vida, cuando las besa el viento. Quisiera amarte tanto como las flores frescas, que dejan que su vida se vaya por sus venas, cuando la diligente abeja se acerca, las contempla y quiere transformarlas en buena y dulce miel.

Señor, que sea la flor y tú la abeja. Descansa un poco en el jardín de mi alma. Mira el polvo que encubre mi belleza y lávame con tus besos de lluvia en primavera. Limpia mi rostro ennegrecido con la alegría del sol y las estrellas.

Jesús, quisiera ser un pajarillo alegre y en las alas del viento recorrer medio mundo y decir a los hombres lo mucho que los quieres. Quisiera ser un lago de límpidas y refulgentes aguas para reflejar tu hermoso y bello rostro. Quisiera estar contigo de modo permanente y sentirme tranquilo, cuando la tempestad arrecie y el viento se subleve.

Jesús, ven a decirme ahora lo mucho que me quieres. Dímelo al oído o grítalo entre rocas para que el viento traiga el eco de tu voz. Pero dímelo ahora, teniéndome en tus brazos y haz que mi vida sea de ahora y para siempre una rosa fragante, un pajarillo alegre o un lago refulgente. 

Oh Jesús, te amo con toda mi alma.



ANSIAS DE SANTIDAD

Oh Jesús, te entrego todo lo que soy y tengo por medio de María. Te entrego mi vida y mi familia, mi salud y mi enfermedad, mi trabajo y mi descanso, mis estudios, mis ilusiones y mis esperanzas. Todo te lo entrego y quiero que sea tuyo, ahora y para siempre. Tómalo todo, no quiero guardarme nada. Toma el control de mi vida, haz de mí lo que Tú quieras, sea lo que sea te doy las gracias, porque te amo y confío en Ti, porque Tú eres mi Dios y mi Señor.

Oh Jesús, te amo con todo mi corazón, con toda mi alma y con todo mi ser. Te ofrezco mi pureza y mi cariño, mi amor y mi ternura, te ofrezco todos los afectos y sentimientos de mi corazón. Tuyo soy y tuyo quiero ser para siempre. Te doy gracias por haberme escogido, por haberme llamado, por haberme perdonado, por haber tenido paciencia conmigo, por haber seguido confiando en mí a pesar de todos mis pecados. Te doy gracias, porque me has dado a María como madre. Su mirada y su presencia son como una estrella que guía mi vida hacia Ti. Gracias por mi ángel, tan bello y hermoso, que tanto me ayuda y me aconseja. Gracias, Señor, por ser mi amigo y esperarme todos los días sin cansarte en el sagrario. Gracias, porque en la comunión puedo abrazarte y recibir tu abrazo divino. Gracias, por tantos momentos hermosos que pasamos juntos y unidos en oración.

Tú eres el amigo que nunca falla, el amigo que siempre me espera, el amigo fiel que siempre me perdona y sigue confiando en mí. Por eso, quiero hacer de la Eucaristía el centro de mi vida. Quiero hacer de mi vida una “acción de gracias” a tu amor eucarístico y a tu presencia real entre nosotros en este sacramento de amor.