"Quiero hablar con mi hija"- Escuché en la tele. Voltié a ver.
Era una madre en Egipto, país musulmán. Su hija de 14 años fué secuestrada y no saben de ella. Acudieron a las autoridades y se les acusó de no cumplir con las leyes.
Debo decir que es una familia católica, parte del 15 % católico en ése país. Donde no tienen practicamente derechos, son tratados como ciudadanos de segunda.
Su hija, desgraciadamente no es la única. Muchas han sido secuestradas, llevadas lejos de sus hogares, violentadas, maltratadas, obligadas a casarse con musulmanes. Muchas de ellas, son obligadas a aparecer en videos diciendo que por su voluntad aceptan la fé musulmana. Las leyes quitan entonces los derechos a los padres sobre ellas.
Leyes injustamente aplicadas, puesto que son violentadas o casadas siendo menores de edad, contrariando lo que las mismas leyes dicen.
Es decir, las leyes son aplicadas de una manera a los musulmanes y de otra a los cristianos.
Uno podría pensar cómo es que ésta mujer dice ésas cosas en público... o porqué no se va con su familia a otro lado... o peor, porqué no se alinea como muchos?
Antes de que pudiera expresar éstos pensamientos, ella misma dijo:
"No dejaré de buscar a mi hija, no voy a dejar mi país, y menos voy a dejar mi fé que es lo único que me sostiene. Eso es lo que ellos quieren."
Mis dudas se aclararon.
Esa es la situación de muchos creyentes, desgraciadamente.
Y qué puedo hacer? me pregunté.
Agradecer a Dios por lo que tengo y ya? Decir que Dios me ama mucho y que sufren por sus pecados y porque lo merecen?
No. Creo que éso ni es verdad, ni es suficiente.
En éste mes dedicado al Rosario, oración fomentada por la misma Virgen a la humanidad, en el que recordamos apariciones de Ella, en la que recordamos a tantos santos que a lo largo de los siglos han orado pasando entre sus dedos las cuentas humildes ensartadas en un hilo o cadenas, no podemos dejar de lado lo que se nos pide: orar. Orar por los necesitados, por los que sufren, por los que lloran, por los que tienen hambre y sed de justicia
Esos países están muy lejos de mí, no cuento con recursos como para ayudar de otra manera. Así que mis oraciones por ésa madre y muchas otras que como ella, lloran por sus hijos.
Pero aún éso no basta. Es por ello, que he puesto los dones que Dios me ha dado, aunque sean sencillos a su servicio.
"No dejaré de buscar a mi hija, no voy a dejar mi país, y menos voy a dejar mi fé que es lo único que me sostiene. Eso es lo que ellos quieren."
Mis dudas se aclararon.
Esa es la situación de muchos creyentes, desgraciadamente.
Y qué puedo hacer? me pregunté.
Agradecer a Dios por lo que tengo y ya? Decir que Dios me ama mucho y que sufren por sus pecados y porque lo merecen?
No. Creo que éso ni es verdad, ni es suficiente.
En éste mes dedicado al Rosario, oración fomentada por la misma Virgen a la humanidad, en el que recordamos apariciones de Ella, en la que recordamos a tantos santos que a lo largo de los siglos han orado pasando entre sus dedos las cuentas humildes ensartadas en un hilo o cadenas, no podemos dejar de lado lo que se nos pide: orar. Orar por los necesitados, por los que sufren, por los que lloran, por los que tienen hambre y sed de justicia
Esos países están muy lejos de mí, no cuento con recursos como para ayudar de otra manera. Así que mis oraciones por ésa madre y muchas otras que como ella, lloran por sus hijos.
Pero aún éso no basta. Es por ello, que he puesto los dones que Dios me ha dado, aunque sean sencillos a su servicio.
El mundo necesita saber historias como ésta.
Primero, para valorar lo que tengo:
Cuántas veces he llorado por tener a mi hijo lejos? Ella no sólo la tiene lejos, ella no sabe dónde ni cómo está.
Cuántas veces he llorado por tener a mi hijo lejos? Ella no sólo la tiene lejos, ella no sabe dónde ni cómo está.
Cuántas veces me he quejado por la patria en que vivo y he pensado abandonarla porque no es muy rica y en otros lugares se vive mejor? Ella no deja su país, porque no pierde la esperanza en que Dios proveerá, en que su hija regresará y regresará a ése hogar del que salió.
Cuántas veces me quejo de la iglesia, de los fieles de la capilla a la que acudo? Y no valoro que soy libre de acudir al banquete del Señor, de profesar mi fé, de llevar una medalla, de tener en mi hogar imágenes de la Virgen, de Cristo, de santos. Ella y muchos cristianos en su país, son perseguidos por ello.
Segundamente, para hacer lo que puedo:
Dar a conocer su historia y la de muchos como ella, orar por los cristianos perseguidos, cooperar con la iglesia porque sé que con mis aportaciones no sólo se sostiene la capilla a la que voy, los seminarios y templos de mi país, sino que una parte va para las misiones.
Este mes también está dedicado a las misiones
En Egipto, como en otros lugares existen lugares en donde se cuida de chicas, de niños, de ancianos, de gente creyente
Oro por ellos, para que el Padre fortalezca su fé, para que sus hijas regresen, para que en ésos países se reconozca y respete el derecho que tienen de profesar su fé, que como el hermano y el padre de ésta chica dicen, no hacen daño a nadie. Cristo les ha enseñado a no buscar venganza, a vivir en paz
Oro para que aquellos que pueden hacerlo, no callen ante éstas injusticias que se cometen en el mundo
- San Juan Pablo II dijo en la ONU “No puede existir verdadero progreso humano y paz sin el leal, valiente y desinteresado crecimiento de la colaboración y la unidad entre los pueblos”.
En 2015, en su intervención ante 160 jefes de Estado y de Gobierno, el papa Francisco hizo referencia a las guerras en el mundo, que podría convertir los fundamentos de las Naciones Unidas en un “espejismo inalcanzable o, peor aún, en palabras vacías que sirven de excusa para cualquier abuso y corrupción”, así como para promover “modelos y estilos de vida anómalos, extraños a la identidad de los pueblos y, en último término, irresponsables”.
El Papa llamó a continuar “incansablemente” la tarea de evitar la guerra entre los países y los pueblos. No obstante, solicitó al organismo a respetar y aplicar los estatutos que lo regulan “con transparencia y sinceridad, sin segundas intenciones”, sin utilizarlas “como un instrumento para disfrazar intenciones espurias”.
En 1965, el papa Pablo VI se dirigió a la llamada comunidad internacional en la sede central de la ONU en plena guerra fría.
Juan Pablo II intervino en la ONU dos ocasiones: 1979, cuando abogó de manera contundente a favor de la paz; y 1995, cuando el organismo cumplió 50 años y habló de la desintegración balcánica, un mes antes de que se firmaran los acuerdos que ponían fin a la guerra de Bosnia.
En 2008, Benedicto XVI, fue el tercer papa en dirigirse a las Naciones Unidas coincidiendo con el 60 aniversario de la Declaración Universal de los Derechos Humanos.
La Iglesia como vemos, de boca de sus dirigentes, no ha callado. El mundo se obstina en no escuchar.