¿Porqué permite Dios el dolor?

Por Laura Aguilar Ramírez


A veces veo la vida de algunas personas que parecen marcadas por el dolor. Pareciera que Dios se ensaña con ellas y les manda un dolor tras otro.

Esto, por supuesto me parecía injusto. ¿Porqué si ésas personas son buenas y hacen cosas buenas, o por lo menos, no hacen cosas malas, pareciera que Dios les manda una tras otra y no ven la suya?
Creo que es lo que más me ha costado entender. Y todavía no sé si lo entiendo bien.

Dios permite que el dolor nos toque, para fortalecer nuestro Espíritu. A cada uno según su capacidad.
La cruz es inevitable. Y cada uno tenemos una hecha a nuestra medida.
Esto me lleva a preguntarme: ¿Porqué nace uno, si es para sufrir sólamente?

Y la respuesta que he encontrado es que Dios nos formó de la nada, por su inmenso amor.  Cristo nos dice que "Sólo quien viene del cielo, puede regresar a él". Es decir, El es de orígen divino, de la misma naturaleza que el Padre. Nosotros somos creados por Dios de la tierra. Por lo tanto, El nos muestra el camino, un camino que desconocemos porque no lo hemos caminado. ¿Cómo podríamos entonces regresar a un lugar en el que no hemos estado?

La vida es la gran oportunidad que Dios nos da de ir a El, a gozar en el Cielo junto a El. Así lo dijo Cristo en varias citas como la de Juan 17:21 "para que todos sean uno. Como tú, oh Padre, estás en mí y yo en ti, que también ellos estén en nosotros, para que el mundo crea que tú me enviaste."

Esta vida es muy corta en comparación con la eternidad. Es la oportunidad que tenemos de alcanzar la salvación a la que todos somos llamados. Esta salvación se llama Santidad.
Dios nos dotó de su Gracia santificante, es decir que nos santificamos por su Gracia y nos da herramientas para ello, através de la oración y los sacramentos.

Dios nos hizo superiores a todo lo creado. Compartimos su divinidad, pues somos su creación, pero no su naturaleza. Es decir, fuimos hechos de la tierra. Sólo Cristo descendió del cielo porque es el Alfa y el Omega. Ha estado con el Padre y el Espíritu Santo por siempre.

Muchos pensamos, o por lo menos así pensaba yo, que el sufrimiento es como castigo por nuestros pecados. En Juan 9,3, el Evangelio dice: Jesús respondió: Ni éste pecó, ni sus padres; sino que está ciego para que las obras de Dios se manifiesten en él.

Es decir que no es por los pecados que hemos cometido o los que cometieron nuestros ancestros, sino para que la misericordia de Dios se manifieste. Dios mueve los corazones para sanar, ayudar a los otros. Si fuera por los pecados, todos estaríamos condenados, pues no hay uno sólo que no tenga pecado. Pecadores desde el vientre de nuestra madre y pecadores hasta la muerte. El que crea que no es pecador, está equivocado y más próximo a caer.

Es por éso necesaria la oración y los sacramentos, para mantenernos. Es como el baño que necesitamos para permanecer limpios. No nos bañamos una vez en la vida y ya.

También es en el sufrimiento, cuando levantamos los ojos al cielo a pedir el auxilio divino. De ésta manera se manifiesta también las obras de Dios, nos llenamos de humildad, aceptamos que no somos todopoderosos, que somos nada y que necesitamos su auxilio.

Sólo quien es capaz de pedir la Gracia de Dios, la recibe. El está siempre dispuesto a escucharnos.

"Pidan y se les dará". Y muchas veces, el sufrimiento que es inevitable, nos lleva a la humildad, a vernos incapaces de hacer todo por nosotros mismos.

El sufrimiento nos hace humildes, nos llena de agradccimiento cuando recibimos y sentimos su Gracia, nos lleva a la misericordia a los otros.
Nos limpia de rencores, nos hace darnos cuenta del gran amor de Dios.

Dios no envía el sufrimiento, pero lo permite para que su gran amor se manifieste en nosotros y através de los demás.

Algunos dicen "Pare de sufrir", basta que acepte que Jesús es su salvador para que esté salvo. Y ésa no es la verdad completa. No basta con aceptar que Jesús es el salvador, hay que tomar la cruz y seguirlo. El es el camino, la verdad y la vida.

Entonces el sufrimiento también es la cruz. Una cruz que llevamos a diario. Llena de pequeñas mortificaciones o grandes penas. La gran noticia es que ésa cruz no la llevamos sólos, Cristo está con nosotros ayudándonos a cargarla.

Si la cruz dependiera de nuestros pecados, no podríamos soportarla. Sólo con la Gracia santificante de Dios, podemos hacerlo. Es por ella tan importante la oración y los sacramentos.

De nada nos sirve saber y saber versículos y más versículos y toda la Biblia entera, si no frecuentamos los sacramentos, en donde ya no es palabra escrita, Cristo se nos da con su cuerpo y sangre, con su divinidad y nos hace partícipes de su paz.

"Ya no es vino, ya no es pan, Cristo mismo se nos da". "Ya no soy yo, es Cristo quien vive en mí" decía San Pablo.

Como conclusión, podría decir entonces que el sufrimiento nos asemeja a Cristo. Sólo así podemos entender cómo algunas personas pueden soportar el sufrimiento y estar en paz y contentas. Cómo pueden agradecer y auxiliar a otras. Cómo no se llenan de rencor y amargura. El nos da su Paz, no como la da el mundo, sino con la paz que viene de Dios, pues Dios y El son uno mismo.

"Juan, 14
1.«No se turbe vuestro corazón. Creéis en Dios: creed también en mí. 2.En la casa de mi Padre hay muchas mansiones; si no, os lo habría dicho; porque voy a prepararos un lugar. 3.Y cuando haya ido y os haya preparado un lugar, volveré y os tomaré conmigo, para que donde esté yo estéis también vosotros. 4.Y adonde yo voy sabéis el camino.» 5.Le dice Tomás: «Señor, no sabemos a dónde vas, ¿cómo podemos saber el camino?» 6.Le dice Jesús: «Yo soy el Camino, la Verdad y la Vida. Nadie va al Padre sino por mí. 7.Si me conocéis a mí, conoceréis también a mi Padre; desde ahora lo conocéis y lo habéis visto.»
 8.Le dice Felipe: «Señor, muéstranos al Padre y nos basta.»
 9.Le dice Jesús: «¿Tanto tiempo hace que estoy con vosotros y no me conoces Felipe? El que me ha visto a mí, ha visto al Padre. ¿Cómo dices tú: "Muéstranos al Padre"?
10.¿No crees que yo estoy en el Padre y el Padre está en mí? Las palabras que os digo, no las digo por mi cuenta; el Padre que permanece en mí es el que realiza las obras.
 11.Creedme: yo estoy en el Padre y el Padre está en mí. Al menos, creedlo por las obras.
12.En verdad, en verdad os digo: el que crea en mí, hará él también las obras que yo hago, y hará mayores aún, porque yo voy al Padre.
13.Y todo lo que pidáis en mi nombre, yo lo haré, para que el Padre sea glorificado en el Hijo.
14.Si me pedís algo en mi nombre, yo lo haré.
 15.Si me amáis, guardaréis mis mandamientos; 16.y yo pediré al Padre y os dará otro Paráclito, para que esté con vosotros para siempre, 17.el Espíritu de la verdad, a quien el mundo no puede recibir, porque no le ve ni le conoce. Pero vosotros le conocéis, porque mora con vosotros. 18.No os dejaré huérfanos: volveré a vosotros.
19.Dentro de poco el mundo ya no me verá, pero vosotros si me veréis, porque yo vivo y también vosotros viviréis.
 20.Aquel día comprenderéis que yo estoy en mi Padre y vosotros en mí y yo en vosotros. 21.El que tiene mis mandamientos y los guarda, ése es el que me ama; y el que me ame, será amado de mi Padre; y yo le amaré y me manifestaré a él.»
22.Le dice Judas - no el Iscariote -: «Señor, ¿qué pasa para que te vayas a manifestar a nosotros y no al mundo?»
 23.Jesús le respondió: «Si alguno me ama, guardará mi Palabra, y mi Padre le amará, y vendremos a él, y haremos morada en él.
 24.El que no me ama no guarda mis palabras. Y la palabra que escucháis no es mía, sino del Padre que me ha enviado.
25.Os he dicho estas cosas estando entre vosotros. 26.Pero el Paráclito, el Espíritu Santo, que el Padre enviará en mi nombre, os lo enseñará todo y os recordará todo lo que yo os he dicho.
27.Os dejo la paz, mi paz os doy; no os la doy como la da el mundo. No se turbe vuestro corazón ni se acobarde.
 28.Habéis oído que os he dicho: "Me voy y volveré a vosotros." Si me amarais, os alegraríais de que me fuera al Padre, porque el Padre es más grande que yo.
 29.Y os lo digo ahora, antes de que suceda, para que cuando suceda creáis.
 30.Ya no hablaré muchas cosas con vosotros, porque llega el Príncipe de este mundo. En mí no tiene ningún poder;
31.pero ha de saber el mundo que amo al Padre y que obro según el Padre me ha ordenado. Levantaos. Vámonos de aquí.»"