Es un requisito para poder ser padrinos de Primera comunión o de bautizo, matrimonio, confirmación.
También es requisito para contraer matrimonio.
Cuando nosotros nos casamos, era sólo una charla de 3 horas más o menos, ahora gracias a Dios, es mucho más amplio.
A nosotros nos gustó mucho. Tenemos 38 años de casados, tenemos dos hijos ya mayores.
Estos retiros son muy útiles y recomendables, porque nos permiten reencontrarnos como pareja.
Esto me hizo reflexionar en que Dios me creó y formó como mujer.
Por amor, me convertí en esposa al encontrar a la persona que elegí como compañero de vida hasta que la muerte nos separe.
Del fruto de ése amor, nacieron nuestros tres hijos. Nuestra primer hija, falleció desgraciadamente a los dos meses de nacida.
En ésos 38 años, hemos vivido buenas y malas. Hemos compartido tristezas y alegrías. Hemos compartido enfermedades y gozado de nuestra salud.
Pero llega un momento en que los hijos se van a formar su propio hogar, llevados por el mismo impulso que nos llevó a nosotros a formar el nuestro.
Durante muchos años, la relación de la pareja se vive através y con los hijos. Se acostumbra uno a vivir através de ellos, a que son parte de nuestra vida. Se llega a perder la relación con la pareja, porque el amor de madre en mi caso y de padre en el caso de mi esposo, es muy fuerte. Y es así, porque nuestros hijos nos necesitan para ayudarlos a formarse como hombres y mujeres, como seres humanos.
¿Y qué sucede cuando nuestros hijos ya están formados, cuando se van de casa? Se vuelve al inicio, formando un círculo. Es decir, se vuelve a estar sólo con el cónyuge y finalmente, uno de los dos quedará sólo, se adelantará en el camino de vuelta a la casa del Padre eterno.
Pero así como cuando uno se conoce y se vive el noviazgo con alegría para unirse finalmente como cónyuges, la etapa de quedarse sólos nuevamente se vive muchas veces como un ring de lucha.
Muchas parejas al llegar a ésta etapa, se han vuelto enemigos. A diferencia de cuando se conocieron y eran unos perfectos desconocidos que viven la emoción de conocerse, de ver que sus gustos son parecidos, de descubrir afinidades, ésta etapa se vive muchas veces como dos púgiles que se conocen y saben en dónde colocar los golpes que pueden derribar al otro.
Y no debe ser así. Podemos verlo como la oportunidad de volvernos a enamorar, de volvernos a conquistar, de volvernos a conocer. Es decir, de reencontrarnos. De recordar todo aquello que nos unió una vez.
Yo he notado que aquellas parejas que han vivido cerca de Dios, viven ésta etapa con alegría, la llegada de los nietos es un aumento de ésa alegría porque ha sido una alegría compartida.
En cambio, para las personas que no hemos vivido cercanos a Dios, cada día el paquete es más pesado hasta volverse algo insoportable.
Estos retiros o encuentros matrimoniales que la Iglesia ha creado, nos ayudan a no sentir el matrimonio como una carga pesada o imposible de soportar, sino como un regalo de Dios para nosotros.
Cada hijo es motivo de alegría, cada nieto es motivo de alegría para aquellos que han vivido cercanos a Dios.
Para los que no lo hemos vivido así, pueden llegar a ser un fardo pesado. Y no por falta de amor, sino por falta de Dios.
Cuando finalmente muere, llega ante Dios reclamándole porque no escuchó sus oraciones.
Y Dios, con tristeza le dice: "Siempre escuché tus oraciones, fuiste tú quien no se tomó el tiempo de escuchar mi voz. ¿Recuerdas ése incendio que quemó tu choza? Fuí yo quien lo permitió para que un barco que pasaba a lo lejos, pudiera verte. Pero tú, al ver el incendio, corriste a esconderte lo más lejos que pudiste y no estuviste cuando llegaron a rescatarte.
¿Recuerdas cuando un huracán tumbó muchos árboles en tu isla? Fuí yo quien lo permitió para que pudieras armar una balsa que te permitiera llegar al poblado cercano. Pero tú, quemaste ésos árboles para darte calor y construir tu choza.
¿Recuerdas ésa gran inundación que derribó tu choza? Fuí yo quien lo permitió para que subieras a lo alto de la montaña y pudieras ver que el poblado cercano estaba a sólo unas cuantas brazadas de la isla en la que naufragaste.
Y ahora estás aquí, reclamándome. Y te digo, querido hijo que también fuí yo quien lo permitió para poder explicarte lo mucho que te amo.
Así sucede con el matrimonio. Dios está siempre ahí, atento a nuestras necesidades. Somos nosotros los que no hemos estado atento a sus respuestas, que no son como nosotros lo pensamos o esperamos, sino como lo necesitamos.
Estos retiros o Encuentros matrimoniales, son una de ésas ayudas que Dios pone a nuestro alcance para rescatarnos del naufragio en que muchos matrimonios hemos llegado.
¿Cuántas veces protestamos porque la iglesia pone trabas para casarnos? Protestamos porque no nos casan simplemente, sin necesidad de ir a las aburridas pláticas por 3 horas o por dos días, porque nos quitan el tiempo que necesitamos para preparar nuestra fiesta y recibir a nuestros invitados.
Y vamos porque es un requisito, sin darnos cuenta que es realmente una oportunidad de conocernos más a fondo.
Esto para los que piensan casarse. Y para los que ya llevamos algún tiempo casados, la oportunidad de darnos cuenta que El siempre ha estado a nuestro lado, pero hemos estado muy ocupados en tantas cosas que no lo escuchamos.
Agradezco a Dios el que permitiera tener una depresión por cinco años, porque éso me hizo buscarlo y me dí cuenta al final que El siempre estuvo a mi lado aunque yo no me diera cuenta.
Espero que tú, que piensas casarte recibas el mensaje que Dios te envía para que tu matrimonio sea lo que debe ser: tú, tu pareja y Dios que te guía, te auxilia y te permite ver que todo lo bueno y lo malo es para tu salvación y tu felicidad.
Y para aquellos que ya tenemos algunos añitos, descubramos cuán grande es su amor, que no para de tocar a nuestra puerta para que le permitamos entrar y poder darnos cuenta de su inmenso amor.