Tensiones

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En esos momentos, hace falta una mirada atenta y serena para ver qué se puede hacer para afrontar cada crisis.


Por: P. Fernando Pascual LC | Fuente: Catholic.net

¿Por qué surgen las tensiones? Porque dentro de uno hay tendencias que no pueden armonizarse entre sí. Porque fuera hay peticiones e intereses que nos dividen, nos inquietan, nos agobian.

Evitar las tensiones es un deseo difícil de alcanzar, pues la vida está llena de encrucijadas: no podemos ir la misma tarde y a la misma hora a una conferencia o a una fiesta de cumpleaños.

Pero eliminar algunas tensiones es posible si acallamos deseos equivocados, si centramos el corazón en lo esencial, y si ignoramos presiones que nos ahogan al pedirnos esfuerzos agotadores.

Eliminadas esas tensiones que podemos dejar a un lado, ¿qué hacer con otras que mantienen su aguijón en nuestras almas? Porque no se puede pedir a un padre o a una madre que olviden las tensiones que provocan los comportamientos de ese hijo que vive en plena adolescencia, o los problemas creados en la oficina por culpa de un compañero que critica continuamente a los demás...

En esos momentos, hace falta una mirada atenta y serena para ver qué se puede hacer, cómo afrontar el problema, cuáles serían aquellos medios concretos que uno puede escoger para afrontar cada situación de crisis.

A pesar de tantos esfuerzos, las tensiones pueden durar mucho tiempo. El hijo que una y otra vez llega borracho a casa genera una pena profunda en sus padres, como es dolorosa la tensión que surge en un matrimonio cuando uno de los dos sucumbe a las adicciones electrónicas.

Ante ese tipo tensiones, siempre podemos mirar al cielo y buscar la paz y la ayuda que vienen de Dios, y que permiten encarar la situación con una energía insospechada: la que nace de la esperanza y del amor sincero.

Entonces, ¿es posible vivir entre tensiones y con una dosis sanadora de energía? Sí, cuando aprendemos esa gran lección del Evangelio: no preocuparnos por el mañana, sino mirar a los lirios del campo y a las aves del cielo para dejar que cada día tenga su afán. A nosotros sólo se nos pide una cosa: a pesar de tantos problemas, dedicarnos a buscar con alegría el Reino de Dios y su justicia... (cf. Mt 6,25-34).

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Alguna de estas situaciones me han impedido ofrecer el perdón a quien me hizo una ofensa:
No perdono porque si lo hago le estoy haciendo un favor al “otro”
No perdono porque si lo hago estoy justificando al “otro”.
No perdono porque no puedo olvidar la ofensa del “otro”.
No perdono porque no puedo volver a las relaciones que tenía con el “otro” antes de su ofensa
No perdono hasta que el “otro” se arrepienta y me pida disculpas .
¿Qué es perdonar? El perdón es fundamentalmente una decisión personal. Por eso nace de la voluntad, de la razón, de la inteligencia….Lleva un largo camino lograr que se instale en el corazón y se convierta en un sentimiento.





Señor hoy me puse a reflexionar acerca de mi pasado y las imágenes que pasan por mi mente son tan “obscuras”, tan confusas, Dios mío, no alcanzo a entender cómo es posible que yo pudiera haber estado tan alejado de ti.

Oración para Pedir Perdón
La penumbra invadía mi alma, mi corazón siempre estaba agitado, mi mente siempre confundida y abrumada con tantas cosas, no sabía yo a donde iba y tampoco me detenía a pensar en lo que hacia, no tenía conciencia de mi proceder y en otras ocasiones los pensamientos negativos, el orgullo, la ira y el coraje me hacían su presa y no sabía como librarme de estas cosas.

Sin embargo Dios mio, Tú estabas allí siempre, cuando todo me irritaba, cuando reaccionaba sin pensar, pero Tú señor, en tu misericordia, allí seguías a mi lado, protegiéndome, tenías a tus ángeles cuidándome, como guardianes invisibles, aunque yo te rechazara Tú invisible me cuidabas.

Me protegiste siempre, me libraste del mal, Gracias Señor porque Tú no tomabas en cuenta mi mal comportamiento ni mi ingratitud para seguir conmigo.

Hoy humildemente te pido que me perdones por ser ciego a tu presencia y también te pido perdón por ser sordo a tus palabras, te pido perdón por el mal que causé a mis semejantes consciente e inconscientemente.

Te doy gracias Señor por no haberme abandonado, te doy gracias porque nunca perdiste la paciencia conmigo, te doy gracias por acercarme a ti y por seguirme limpiando cada día, para poder servirte y amarte con un corazón limpio y mostrar ese mismo amor a mis semejantes.

Gracias también a ti Virgen María, gracias Madre porque nunca dejaste de interceder por mi, porque me amas tanto como una verdadera madre ama a sus hijos y quieres lo mejor para mi. Perdona mi actitud de soberbia y ayúdame a tener un corazón humilde como el tuyo.

 Amén