La fuerza del silencio está en tu interior

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No hace falta irse al desierto para combatir la dictadura del ruido

Sin ruido, el hombre posmoderno cae en una inquietud sorda y lacerante. Está acostumbrado a un ruido de fondo constante que le aturde y le proporciona consuelo”.

Esta frase del cardenal Sarah define, sin duda alguna, una de las realidades más alarmantes de nuestro tiempo. El hombre, ante un vacío existencial que no contempla la vuelta a Dios, decide anestesiarse mediante el ruido. Un ruido no solamente audible, sino también inaudible.

Dándose perfecta cuenta de dicha realidad, el cardenal Robert Sarah, prefecto de la Congregación para el Culto divino y la disciplina de los Sacramentos, y Nicolas Diat, periodista y escritor, nos presentan esta excelente obra, La fuerza del silencio frente a la dictadura del ruido, donde se aborda un tema fundamental para la fe cristiana y, dicho sea de paso, para el bienestar espiritual integral de la persona: el silencio.

Pero ¿cómo un cardenal y un periodista, personajes públicos cuya misión se desarrolla entre el ruido del mundo, pueden introducirnos en el tema del silencio? Muy fácil. En primer lugar porque beben de la fuente: La Grande Chartreuse (Saint-Pierre-de-Chartreuse, Isère, Francia), o Gran Cartuja.

En el prólogo del libro, Nicolas Diat cuenta su experiencia en la Cartuja junto al cardenal Sarah, describiendo de manera casi estupefacta, pero convencido al mismo tiempo, el absoluto silencio que rodea y penetra la vida de los monjes cartujos y cómo éstos rebosan de tal paz y presencia de Dios que son capaces de insuflarlo a aquellos que están cerca con una sola mirada.

Y en segundo lugar, y no por ello menos importante, porque, como dice el cardenal Sarah: “Dios se encuentra en el hombre antes que en el desierto, antes que en la soledad y el silencio. El auténtico desierto está en nuestro interior, en nuestra alma”. Es decir, nos habla de la existencia del silencio interior, posible de conseguir en medio del mundo, y rodeados de ruido.

Al fin y al cabo, el cardenal Sarah nos presenta una feliz noticia: podemos entrar en el silencio, que a su vez es fundamental para nuestra relación con Dios, sin necesidad de retirarnos al desierto, dentro de nosotros mismos, en medio del mundo. Esto tiene su arraigo en el mensaje evangélico de “vivir en el mundo, pero sin ser del mundo”.

El cardenal Sarah, además, introduce a lo largo del libro algunos de los mejores ejemplos de vivir el silencio de Dios extraídos de la vida o de la experiencia de grandes santos, místicos, ascetas y pensadores. Incluso de su propia experiencia personal, y de cuánto ayudó a su vida interior el silencio, que le introdujo más y más en el amor de Dios.

Sabría que mis palabras tendrían tanta más fuerza cuanto más cimentadas estuvieran en una intensa vida de penitencia, de oración y de silencio, enraizada y vivida en Dios”, dice el cardenal Sarah con respecto a su postura frente a la dictadura de Seku Turé en su Guinea natal.

Muchos otros son los elementos que componen esta obra, que no tiene otro objetivo que enseñar el mejor camino hacia el encuentro con Dios y a la resistencia frente a una sociedad y un mundo que llevan al hombre a la deshumanización e insensibilidad más descarnada.

El mal no está solamente en la organización de la vida moderna, en la prisa que esa vida impone a nuestros actos, en la rapidez y facilidad que esa misma vida garantiza a nuestros desplazamientos. Hay un mal más profundo que se encuentra en la fiebre y en el nerviosismo de los temperamentos. Ya no se sabe esperar ni estar en silencio”, afirma, apesadumbrado, el cardenal Sarah.

Para luchar contra esta dictadura del ruido, nos llega esta magnífica obra que nos aporta las claves, a quienes vivimos en el mundo, que necesitamos para encontrar dentro de nosotros el oportuno silencio que nos permita escuchar la delicada voz de Dios.

Por Antonio Miguel Jiménez

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El hermano Vicente María, monje moribundo que inspiró al Cardenal Sarah a escribir su libro sobre el silencio


Hermano Vicente María. Foto: Lagrasse.org
Hermano Vicente María. Foto: Lagrasse.org

Conocer y entablar amistad con un monje moribundo fue lo que inspiró al Prefecto de la Congregación para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos, Cardenal Robert Sarah, a escribir su último libro acerca del poder del silencio en la vida cristiana.

El libro “La fuerza del silencio: Contra la dictadura del rumor”, publicado en octubre de 2016, describe la naturaleza del catolicismo a través de su experiencia personal.

El Papa Emérito Benedicto XVI, que escribió el prólogo del libro en la Pascua de 2017, afirmó que con el Cardenal Sarah “la liturgia está en buenas manos”, y resaltó que él “nos enseña el silencio, a ser silenciosos con Jesús, nos enseña la verdadera quietud interior y, de esta forma, nos ayuda a captar la palabra del Señor de nuevo”.

En la introducción del libro, escrita por el periodista francés Nicolas Diat, se describe el momento que explica la decisión del Purpurado de “dedicar un libro al silencio”.

Este momento se produjo al conocer el 25 de octubre de 2014 a un joven monje, el hermano Vicente María de la Resurrección, en la Abadía de Lagrasse (Francia) que estaba muriendo lentamente de esclerosis múltiple y ya no podía hablar.

El Cardenal reconoció allí “un alma ardiente, un santo oculto, un gran amigo de Dios que solo podía levantar la mirada hacia el Cardenal y contemplarlo con firmeza, ternura y amor”.

Cuando el Purpurado regresó a Roma llamaba a menudo al hermano Vicente, y mientras le hablaba, el monje enfermo escuchaba en silencio.

Antes de fallecer el domingo 10 de abril de 2016, el hermano Vicente pasó sus últimos meses orando constantemente por el Cardenal Sarah.

Diat añadió en el libro las enigmáticas frases: “Los monjes que cuidaron al Hermano están seguros de que permaneció vivo durante unos meses adicionales para proteger mejor a Robert Sarah. El hermano Vicente sabía que los lobos estaban acechando, que su amigo lo necesitaba, que contaba con él”.

El encuentro con el hermano Vicente fue un fragmento de la eternidad. Nunca dudamos de la importancia de cada uno de los minutos que pasamos con él. El silencio hizo posible elevar cada sentimiento hacia el estado más perfecto. Cuando era necesario abandonar la abadía, sabíamos que el silencio de Vincent nos haría más fuertes para enfrentar los ruidos del mundo”, continuó el periodista.

Finalmente, Diat comentó que “esta amistad nació en silencio y creció en silencio”, y que el libro “nunca pudo haber existido sin el Hermano Vicente (quien) nos mostró que el silencio, en tiempos en que la enfermedad lo había sumergido, le permitió entrar cada vez más profundamente en la verdad de las cosas”.


Sus últimos días
Los hermanos de comunidad en la abadía de Lagrasse recuerdan que el hermano Vicente María “se convirtió en un ejemplo de oración perpetua y de abandono alegre en las manos del Señor”.

Acogiendo a cada uno con su bella sonrisa, nunca dejó de rezar hasta el final y de ofrecer sus sufrimientos por las numerosas intenciones que todos venían –a veces desde lejos– a confiarle. Nunca escuchamos que se quejara”.

Después de varios años, recuerdan, “él repetía: no puedo hacer otra cosa además de rezar y sonreír”.

En los últimos meses, relatan, “ya no podía hablar y no dejaba de tener su rosario en la mano”.

Recibió los últimos sacramentos del padre abad, su madre y su hermana estuvieron providencialmente presentes, y pocos minutos después de que los hermanos de la comunidad se reunieran, entregó su alma a Dios” el 10 de abril de 2016.