El yugo que hace ligera la carga


Porque mi yugo es fácil y ligera mi carga. Mateo 11: 30

Si los bueyes razonaran y pudieran hablar, estarían en total desacuerdo con la declaración de nuestro Señor para la meditación de hoy. De ninguna manera aceptarían las palabras de Jesús, quien dijo: «Mi yugo es fácil y ligera mi carga». Un yugo es una carga, un peso en sí mismo. El yugo es una carga y sirve para llevar cargas. Todo lo que está relacionado con el yugo es cansancio y trabajo.

Pero el Señor declaró enfáticamente ante todos lo que le escuchaban que, si tomaban la decisión de seguirlo, deberían aceptar el yugo que les ofrecía. Aunque el yugo es carga adicional, Jesús dice que la naturaleza peculiar de su yugo es que aligera todo peso o carga que se lleva. Es como si dijera: Te pongo el peso de mi yugo para que te ayude a llevar el peso de todas tus cargas, ansiedades, frustraciones, sentimientos de culpa, venganza, decepciones, derrotas, pecados, enfermedades, adicciones, vicios, miedos, temores, derrotas, fracasos, y todo aquello que te desploma y no te deja ser feliz.

En efecto, el yugo es una ayuda para los bueyes. Les ayuda a repartirse la carga de forma equitativa. Sin el yugo no podrían llevar la carga que tienen que llevar. Por lo tanto, el yugo los ayuda en vez de estorbarles. Es lo mismo que quiere hacer Jesús por nosotros. Quiere que nos pongamos voluntariamente su yugo, porque él quiere ayudarnos a llevar nuestras cargas. Sin su ayuda es imposible; con su ayuda es posible llevar las cargas de la vida. Se refiere especialmente al peso de la religión legalista, que está llena de requerimientos y obligaciones pesadas y sin sentido.

Jesús nos ofrece el yugo del evangelio y sus santos y sencillos requerimientos. Jesús a un lado, llevando la mitad de nuestras cargas y nosotros al otro, para llevar la otra mitad; es la fórmula para poder vivir de acuerdo con los requerimientos santos del evangelio.

«Los que toman el yugo de sumisión a Cristo, se deleitan en hacer su voluntad. Los que toman el yugo de sumisión al Maestro, los que van a aprender en su escuela, hallarán descanso para el alma como él lo ha prometido. La pesada carga de la justicia legalista, de esforzarse por ganar la salvación mediante méritos supuestamente ganados por las obras personales y no por los méritos de Cristo, y la carga aún más pesada del pecado, todo esto desaparecerá» Acepta el yugo de Cristo hoy para hallar el descanso que tu alma necesita.

Sigámosle a Níneve

Levántate y ve a Nínive, aquella gran ciudad, y pregona contra ella; porque ha subido su maldad delante de mí. Jonás 1: 2

Hacer la voluntad de Dios es de suma importancia para nuestro crecimiento espiritual. El apóstol Pablo dice que debemos presentar nuestro cuerpo como «sacrificio vivo delante de Dios» (Rom. 12: 1). Pero, ¿cuál es la verdadera voluntad de Dios? ¿Qué quiere Dios que hagamos? ¿Adonde pide que vayamos?

Gracias a Dios, podemos encontrar su voluntad expresada en su Palabra. Dios quiere que vivamos una vida pura y santa (1 Tes. 4: 3-7), y que obedezcamos sus mandamientos (Juan 15:10). La voluntad de Dios es que lo amemos con todo nuestro corazón, con toda nuestra alma, con toda nuestra mente, y con todo nuestro cuerpo (Mar. 12: 30). Dios quiere que permanezcamos en él y que llevemos mucho fruto (Juan 15: 1-8). Quiere que perdonemos a los demás (Mat. 6: 14-15), que los amemos (1 Juan 4: 7), y que compartamos el mensaje de Jesús con otras personas (Mat. 28:19-20). Juan lo dice con total claridad: «Y esta es la voluntad de Dios, que guardemos sus mandamientos» (1 Juan 5: 3).

La lista continúa, pero lo que mencionamos es un buen ejemplo de lo que es la voluntad de Dios. Esa es la voluntad de Dios para todos. Pero, ¿sabes cuál es la voluntad específica de Dios para ti? Este principio lo podemos encontrar en la vida del profeta Jonás cuando Dios le dijo: «Levántate y ve a Nínive, aquella gran ciudad, y pregona contra ella; porque ha subido su maldad delante de mí» (Jon. 1: 2).

La voluntad específica de Dios para Jonás era clara y tenía un propósito definido. Jonás tenía la oportunidad de obedecer y seguir la voluntad de Dios. Es lo que debería haber hecho. Pero el profeta tomó la decisión de huir lo más lejos posible, tan lejos, que terminó, como todos sabemos, en el interior de un monstruo marino. Sin embargo, tan firme y obligatoria era la voluntad de Dios para él que en las oscuras entrañas del animal marino todavía seguía vigente. Tres días después, Dios ordenó al animal que vomitara a Jonás en la costa para que el profeta emprendiera su marcha... a Nínive.

La voluntad de Dios para Jonás siguió siendo firme después de que fue vomitado en la playa: «Levántate y ve a Nínive, aquella gran ciudad; y proclama en ella el mensaje que yo te diré» (Jon. 3: 2). La voluntad clara de Dios es que todos los que han sido salvos de sus pecados deben ir a predicar. ¿Ya sabes dónde es la voluntad de Dios que prediques?.

BENDICIONES.

CON MUCHO CARIÑO.

MARIA LUZ CAMPOY DE INZUNZA.