Has llorado como niño?


“Que la paz de Nuestro Señor Jesucristo este con todos ustedes”


¿Alguno o alguna de ustedes ha llorado como niño?

¿De rodillas frente al Santísimo?

¿Reconociéndose pecador y el ser mas inútil de este mundo?

Ante el poder de Jesucristo Nuestro Señor?

¿Y poder sentir y vivir y experimentar que esas lagrimas de angustia, de desesperación, de impotencia, de resolver una situación determinada, normalmente relacionada con nuestra cruz, cruz de salvación y amor, se convierten en lagrimas de una alegría inefable, indescriptible, difícil de explicar, pero si muy sencillo de vivir?


¿Y sin darte cuenta pasas inexplicablemente de la agonía a la alegría, de la desesperación a la tranquilidad?

¿Y Qué los que están a tu alrededor, que te vieron llegar con una cara de tristeza y angustia, de momento te vean llorando y riendo de alegría y a lo mejor digan algunos: este, esta drogado o borracho?

¿Y que de momento te sientas que toda aquella carga que te hacía despreciarte, que te hacía inútil, sientas que aparentemente sin explicación alguna, las has dejado se cargar y sientes que hasta tu eres alzado del piso?

Pues toda esa sensación experimentada, no es otra cosa que decirle a Jesucristo Nuestro Señor:


Señor mío, perdóname, yo pensé, yo me imagine, es mas hasta se me pudo cruzar por mi mente, que yo podía ser como Tu y poder cargar la cruz yo solo, pero me doy cuenta Señor, que no soy capaz ni de soportarme yo mismo, menos soportar a mi cruz, perdóname Señor Mío, reconozco mi incapacidad, reconozco mi soberbia, reconozco mi orgullo, pero por esto Tu me has traído aquí, frente a ti, pues ni siquiera de eso soy capaz y menos de cargar yo solo mi cruz, gracias por darme la oportunidad que me das, cuantos hay allá afuera, se encuentran sufriendo, deprimidos, agobiados, desesperados, cansados, agotados, infelices o feliz pero solo de apariencia, sin poder salir de esa confusión, que causa querer ser como Tu, gracias nuevamente Señor, pues Tu me permites, Tu me haces venir aquí frente a Ti, yo no quería, estaba ciego, sordo, no veía el camino, pues estaba sin Luz, Tu esa misma Luz y como dice San Agustín:


¡Tarde te amé, hermosura tan antigua y tan nueva, tarde te amé!

Y, sin embargo, Tú estabas dentro de mí, y yo fuera, y por fuera te buscaba; y, deforme como era, me lanzaba sobre las cosas hermosas que Tú creaste.

Tú estabas conmigo, pero yo no estaba contigo. Me retenían lejos de Ti esas cosas que, si no estuvieran en Ti, no existirían.

Llamaste y clamaste, y rompiste mi sordera; brillaste y resplandeciste, e hiciste huir mi ceguera. Exhalaste tu perfume, y respiré, y suspiro por Ti; gusté de Ti, y siento hambre y sed; me tocaste, y me abrasé en tu paz.

¿Alguno o alguna de ustedes ha llorado como niño?