Mejor dar que recibir



"Que la paz de Nuestro Señor Jesucristo este con todos ustedes"

Te pido la gracia de ser un poco como Tú: buen samaritano dispuesto a curar las heridas y las penas de los hombres.

No solo lo escribamos, también hagamos lo que nos corresponda.

“Señor, te mando esta mañana el mensaje por escrito, desde mi cuarto. Tengo mucho que decirte, y no sé cómo empezar.

Esta semana me has hecho tocar tantas penas de los corazones. Padres que han visto morir a uno de sus hijos. Hijos que no saben cómo afrontar la vejez de sus padres. Novios que rompen después de muchos años de promesas. Matrimonios con problemas de adulterio. Adultos que pierden su trabajo. Jóvenes aprisionados por la droga, en el alcohol, en la pornografía. Ancianos que viven solos y sin el cariño de los suyos. Mujeres abandonadas por sus esposos y viceversa

No es nada fácil este mundo de dolor y de lágrimas en el que caminamos durante un tiempo frágil y que ya muy pronto finaliza. Sé que es verdad lo que dice la Carta a los Hebreos: no tenemos aquí ciudad permanente. Pero muchos no continúan con la segunda parte de ese texto, que habla de buscar la ciudad futura (cf. Heb 13,14).

Me gustaría tener la sencillez de Cristo para hablar a los corazones deprimidos, desorientados, solos y ayudarles así a contemplar el cielo, las estrellas, las golondrinas, los jazmines, todas las cosas bellas que tu nos das, pero que por estar sumergidos en angustias, aflicciones y nuestros pecados, no las podemos apreciar en toda su grandeza. Me gustaría ayudarles a descubrir en este mundo magnífico tantas cosas buenas que son reflejo de tu cariño por cada uno de tus hijos.

Pero muchos no tienen fuerzas para levantar su mirada hacia Ti. La enfermedad, la calumnia, el abandono, el adulterio, el mismo pecado que creen no haber cometido, les ha llenado de penas y amarguras. Otros viven sumergidos en la tristeza del pecado: caen una y otra vez y no saben cómo romper con el vicio, cómo dejar la droga, cómo acabar con la adicción al sexo o al dinero, peor aún al trabajo.

Y peor aún aquellos que pecan contra Ti y ya no se dan cuenta de lo que hacen, han perdido la conciencia del pecado o peor aún, creen y están seguros que solos demás pecan y ellos no. Ten misericordia de ellos y de todos nosotros.

Me pregunto cómo ves Tú este mundo de tantas luchas, de tantas lágrimas, de tantos rencores, de tanta sangre. ¿No sientes pena por los hijos abortados antes de nacer, por los ancianos tristes y marginados, por los emigrantes despreciados o explotados, por los niños que no tienen con qué llenarse el estómago, por los matrimonios destruidos por el adulterio? ¿No escuchas nuestras peticiones y lo que necesitamos de Ti?

Perdona si Te hablo así, con el corazón en la mano. Sé que la única esperanza que nos queda a los humanos eres Tú, no tenemos otra opción. Pero a veces me dan ganas de hacer mías las palabras que hace años te escribió Giovanni Papini, cuando Te pedía que al menos hicieses un milagro visible para todos, que pisases nuestro suelo y volvieses a encender un poco de esperanza. Atiende Señor nuestras humildes suplicas y escucha nuestra oración.

Como ves, estoy haciendo un poco el necio, porque no hace falta que “vuelvas”. Ya estás vivo entre nosotros. Estás en el Sagrario, en el sacramento de La Eucaristía, en un silencio lleno de amores y de afectos. Estás en el enfermo, esperando una caricia y medicinas. Estás en el pobre, pidiendo un poco de limosna. Estás en el anciano, que desea solamente tener a su lado a alguien que le escuche unos momentos. Estas en la esposa o esposo abandonado por el pecado, estas en nuestro corazón y muchos te buscamos hasta debajo de las piedras, que ciegos somos Señor.

Sabemos que el enemigo nos acecha constantemente, pero no importa Señor, si tu estas con nosotros, ¿quién contra Nosotros.

Además como dice san Agustín y San Pedro:

El demonio, "como león rugiente, anda buscando a quien devorar" (1 Pe 5,8). Pero no tengamos miedo. "El diablo puede ladrar, pero nunca morder, sino sólo al que quiere dejarse morder" (San Agustín).

Tan poderoso y terrible es este enemigo que cuando nos combate se apagan todas las luces de nuestro espíritu y nos olvidamos de las meditaciones y santos propósitos que hemos hecho, y no parece sino que en esos momentos despreciamos las grandes verdades de la fe y perdemos el miedo de los castigos divinos. Y es que esa tentación se siente apoyada por la natural inclinación que nos empuja a los placeres sensuales. Quien en esos momentos no acude al Señor está perdido. Ya lo dijo San Gregorio Nacianceno: La oración es la defensa de la pureza Y antes lo había afirmado Salomón: Y como supe que no podía ser puro, si Dios no me daba esa gracia, a Dios acudí y se la pe.


Estás en mi corazón, a pesar de que tiemblo por mis miedos y que también estoy herido por mis pecados. Yo también me siento solo en algunos momentos, pero definitivamente el recibir cada día Tu Cuerpo en La Santa Eucaristía, es el alimento que me fortalece, que me hace decir no a las tentaciones de todo tipo, que me hace seguir adelante, que me ayuda a levantarme si tropiezo, que me ayuda a compartir con otros esa fuerza y esa Sabiduría que solo viene de Ti y que solo Tu nos regalas completamente gratis, sin esperar nada a cambio.

Te pido la gracia de ser un poco como Tú: buen samaritano dispuesto a curar las heridas y las penas de los hombres y mujeres que encuentre cada día en mi camino. Ellos piden sólo la ayuda de un hermano que les recuerde y les manifieste tu Amor infinito por cada uno de tus hijos”.

"Cuando sientas que ya no sirves para nada, todavía puedes ser Santo". (San Agustin)